En la parte aérea, las enfermedades causadas por este nematodo se traducen en una gran disminución del vigor de la planta y, en consecuencia, un descenso en el rendimiento del cultivo. Los síntomas aparecen en forma de rodales en el cultivo y en las plantas se pueden observar clorosis, enanismo, raquitismo y marchitamiento, comenzando generalmente en plantas jóvenes de raíces tiernas. Al levantar las plantas infectadas se pueden observar los daños producidos en la raíz, consistentes en la formación de agallas o nudos. Estas zonas pueden ser, además, vías de entrada para otros patógenos (hongos y bacterias).

Dentro de su ciclo de vida, las fases de huevo y las primeras fases larvarias son las de resistencia en el suelo. La fase juvenil de segunda edad (J2) es la infectiva. Estos juveniles penetran en la raíz y se desarrollan en su interior hasta que se diferencian en adultos, machos o hembras. Durante este período, establecen un área de alimentación provocando la deformación de las células normales de las raíces generando células gigantes, lo cual, favorece la absorción de nutrientes por parte del nematodo. La proliferación y agregación de estas células es lo que provoca la formación de las agallas, zonas por donde se bloquea la normal absorción de agua y nutrientes por parte de la planta.